Hotline Miami

Imagínate que tuvieras un alambique con el que destilar la esencia de algunos de los más frenéticos videojuegos que conoces, como el diseño maquiavélico de Jet Set Willy, la violencia salvaje de Carmageddon, la endiablada velocidad de Quake 3, la planificación táctica de Frozen Synapse o la insana dificultad de Super Meat Boy. La mezcla de todas estas sustancias quizá no tendría un bonito aspecto, ni tampoco iría presentada en un frasco de diseño, pero sería una auténtica bomba de adrenalina. Bueno, pues Hotline Miami es eso.

Inspirado en la película Drive (Nicolas Winding Refn, 2011), es un sórdido retrato de la parte más oscura de la ciudad de Miami de finales de los años 80, con las bandas mafiosas, las drogas, los tugurios y la impunidad nocturna. En esta atmósfera nos ponemos en la piel de un tipo solitario, envuelto en un enredo de llamadas telefónicas e individuos enmascarados, que sin saber porqué, se ve empujado a coger su coche - nada menos que un DeLorean - para presentarse en una serie de edificios de la ciudad repletos de hombres armados, donde llevado por su frenesí sangriento, deberá acabar con todos ellos o morir en el intento.

Una verdadera masacre de la que no se libra ni el perro.

Como en una película, en Hotline Miami se alternan las escenas que urden la trama y sirven como prólogo, con los escenarios en los que se lleva a cabo cada matanza. Un bar, una pizzería, un videoclub, son los lugares cotidianos de visita de nuestro protagonista, hasta que en su apartamento, de forma inevitable, acaba siempre cogiendo esa llamada telefónica que desencadena el mismo ritual sangriento, una y otra vez.

En cada fase acudimos con nuestro DeLorean y antes de irrumpir en el edificio tenemos que enfundarnos una máscara de animal, como si fuera el requisito imprescindible para acceder a esta jungla salvaje. Cada careta nos otorga una habilidad especial para la lucha, desde una mayor velocidad hasta puños de acero o visión lejana. De esta guisa entramos en escena, con las manos desnudas, y una vez dentro solamente podemos matar o morir. La espléndida banda sonora es una danza macabra que martillea en nuestro cerebro como una ametralladora y las imágenes parpadean por el ansia asesina y las drogas.

Las máscaras nos dan un aspecto grotesco pero también ciertas ventajas.

Nuestros puños sirven para noquear a un adversario y antes de que vuelva a levantarse podremos rematarlo en el suelo si seguimos golpeándole con violencia. Sin embargo, la mejor opción para continuar es tomar las armas de nuestros enemigos, ya que causan la muerte con un solo impacto. Las armas blancas, como cuchillos, bates y tuberías nos obligan a luchar cuerpo a cuerpo, pero son silenciosas; las armas de fuego, en cambio, nos permiten matar a distancia, pero tienen munición escasa y los disparos llaman la atención de los enemigos cercanos. Podemos incluso lanzar lo que llevemos en la mano, para aturdirles durante unos segundos o matarles, en caso de ser un arma punzante.

La característica distintiva de Hotline Miami respecto a la mayoría de juegos de acción es que estamos prácticamente en igualdad de condiciones que nuestros enemigos. Un solo golpe basta para matar, pero también para morir. Debemos elegir el arma idónea para cada situación y planear nuestros movimientos para cogerles desprevenidos. Cuando un adversario nos ve, su ataque es inmediato; incluso cuando se encuentra de espaldas se dará cuenta de nuestra presencia y no tardará en reaccionar, por lo que tenemos que valorar cuáles son nuestras posibilidades de éxito. Nos veremos obligados a escondernos y estudiar sus movimientos antes de atacar, tenderles una emboscada o aprovechar las puertas para golpearles cuando pasen junto a ellas. Nuestra victoria depende de que escojamos un buen plan, pero cuando algo falla, es posible que nuestra rapidez para improvisar nos salve la vida.

Hay que intentar sorprender a los hombres con armas de fuego.

En Hotline Miami no hay que temer a la muerte porque es inevitable. En la mayoría de ocasiones, una duda, un fallo, una decisión mal tomada, significará que nos maten y que tengamos que volver a empezar desde el principio. Sin embargo, es tal la rapidez del juego y su poder adictivo que en vez de amilanarnos por tener que repetir el escenario, lo volveremos a intentar cuantas veces haga falta hasta conseguirlo. De hecho, uno de los alicientes de Hotline Miami, aunque no sea obligatorio, está en acabar los escenarios matando de la mejor forma posible, valorándose así el tiempo con el que se acaba cada nivel, la variedad de las muertes y el encadenar los asesinatos con rapidez. Cuanto mejor lo hagamos más puntos obtendremos, lo que nos permitirá ir desbloqueando nuevas armas y máscaras.

Hotline Miami es un ejemplo más de las tendencias actuales pero también de la inmediatez de la acción que encontrábamos en las antiguas máquinas recreativas. No es el mejor juego del mundo ni tampoco pretende serlo, pero cuando acabas una fase te das cuenta de que estabas conteniendo la respiración, tus manos tiemblan y tu corazón es un martillo neumático. ¡Cuántos juegos buscan eso y no son capaces de conseguirlo! No le pidas un argumento fascinante, unos gráficos espectaculares o un acabado técnico impecable, porque no vas a encontrar nada de eso. Hotline Miami es algo tan sencillo y a la vez tan difícil como una raya de cocaína, preparada para ponerte a mil revoluciones. La tomas o la dejas. No hay más.

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