Costumbres y manías

¿Quién no tiene alguna manía en esta vida? Todo el mundo tiene sus cosas, como realizar los mismos rituales al vestirse, comprobar varias veces que llevas las llaves de casa o sacar el móvil cada cinco minutos para mirar si tienes un nuevo mensaje. Hay quien tiene la costumbre de aprenderse las matrículas de los coches, no pisar las lineas de las baldosas en la calle o simplemente siente la necesidad de que todas sus cosas estén siempre en orden.

Todas estas manías tienen que ver con lo cotidiano, con la vida diaria y los hábitos personales, pero yo también me pregunto si tenemos costumbres o caprichos a la hora de disfrutar de los videojuegos. En mi caso la respuesta es afirmativa y supongo que no soy el único que tiene sus filias y fobias particulares que me llevan a comportarme de una forma determinada mientras juego.

Con esto no me refiero solamente a los preparativos y el ambiente que necesitamos para jugar, aunque también sería curioso saber cuáles son las extravagancias y necesidades que tienen algunos; alguna vez he leído que hay quien necesita lavarse las manos antes de coger un mando, o aislarse completamente en una habitación cerrada para poder concentrarse en el juego. Sin duda se podría hablar de muchas cosas en este sentido, pero yo más bien me refería a lo que solemos hacer en ciertos videojuegos y la forma que tenemos de jugarlos.

Guardando objetos que luego no me servirán para nada.

Se me ha ocurrido hacer una pequeña lista con algunas manías que tengo y me vienen ahora mismo a la memoria:

- Grabar constantemente la partida. Hace años, cuando empezaron a salir juegos en los que podías guardar el progreso, no me preocupaba demasiado y solía hacerlo solamente cuando iba a abandonar la partida. No me molestaba que me mataran y tener que repetir ciertos pasajes o zonas, hasta que empecé a disfrutar de juegos difíciles como Baldur’s Gate o Realms Of Arkania, en los que mueres a menudo. Tener que volver una y otra vez a repetir lo mismo un millón de veces es desesperante, de manera que adquirí la costumbre de grabar casi compulsivamente. De hecho, muchas veces llego a grabar varias veces seguidas, solamente para asegurarme de que se ha guardado bien la partida.

- Acumular objetos inútiles. Esto es lo que llamo el síndrome de Diógenes de los juegos de rol. Algunos del estilo Fallout o Ultima tienen objetos que no sirven para nada, aunque no lo sabes a ciencia cierta. Cojo una piedra y me la guardo, porque quizá sirva para poner peso en algún sitio, o ese tenedor que probablemente no valga para nada, pero es posible que incluso me den algo de dinero por él en alguna tienda. El resultado es que voy siempre con el inventario lleno y soportando el máximo peso que me permite moverme.

Esto debería ser un paseo, así que no enfades a Sonic.

- Recorrer todos los rincones para que se dibuje el mapa al completo. Esto tiene también mucho que ver con los juegos de rol tipo dungeon crawler, en los que suele haber pasadizos secretos que te llevan a habitaciones ocultas, pero también en muchos otros juegos en los que te puedes encontrar objetos en cualquier rincón. Mi obsesión es que se dibuje el mapa al completo; habitualmente se va completando conforme avanzamos, de manera que he llegado a pegarme a las paredes en juegos como Doom, simplemente para que se dibujaran todas las lineas del mapa.

- Intentar saltos imposibles. Muchas veces he dicho que me encantan los juegos de plataformas. El caso es que lo llevo al extremo de intentar saltos imposibles en juegos que no son de este género. Estás en una aventura o RPG y hay un objeto o lugar que no alcanzas e incluso que está hecho para que no llegues. Mi meta es hacerlo. Soy así de tozudo y por culpa de conseguir cosas antes de tiempo o que se supone no debía lograr, he llegado a provocar errores que han hecho que no pudiera continuar el juego y por tanto tener que abandonar la partida.

- No recibir daño con ciertos enemigos o sitios. En mucha ocasiones me da rabia que algunos bichos o rivales lleguen siquiera a tocarme. No puedes ser un jugador experimentado y que Luxemburgo te meta un gol, o jugar a Sonic y que te maten en Green Hill Zone. Eso es imperdonable y exige como mínimo que vuelvas a empezar el juego.

Ahora sí que puedes tomar la salida, porque ya no queda nada más.

- Recargar un arma aunque solamente haya gastado una bala. Esto se aplica a los FPS y creo que es algo que le puede pasar a mucha gente. En muchos juegos empiezas con una simple pistola y una sola bala que no hayas repuesto puede significar un cargador vacío justo en el momento en que un enemigo se ceba contigo. El problema es que la costumbre te lleve a cargar una metralleta de 250 balas habiendo gastado solamente una o dos.

- Guardarme las mejores armas para el final. Hay algunos juegos que tienen armas muy potentes, aunque con poca munición. Se supone que deberías guardarlas para los tipos más duros, pero yo las voy dejando todas para el final. ¿Qué pasa entonces? Pues que acabo el juego con un arsenal que en muchos casos ni siquiera he llegado a utilizar.

- Configurar los botones del mando. La verdad es que ahora ya no lo suelo hacer, pero hace años tenía la costumbre de cambiar los controles en todos los juegos. El botón A para el salto, el B para el disparo y luego venía el resto. Lo malo es que cogía un juego en el que no se podían definir los botones a mi gusto y no sabía jugar. Al final me acostumbré a no tocar nada y adaptarme a la configuración por defecto. Al principio cuesta hacerse con el control en algunos juegos, pero luego permite adaptarse a todos más rápidamente.

La gracia de tener un pepino como este, es usarlo.

En fin, que así de primeras son algunas de las manías que ahora mismo me acuerdo que padezco. Supongo que no soy el único. ¿Cuáles son las vuestras?